En clase estamos estudiando algunos textos de la magnífica obra de Miguel de Cervantes, el Quijote. Precisamente, en estos días hemos leído el capítulo III del libro I, en donde se cuenta cómo Don Quijote fue nombrado caballero en una venta.
En la Edad Media, ser nombrado caballero era un ritual muy serio, que se realizaba en el salón del trono (normalmente), frente una cruz, utilizando una Biblia sobre la que se juraba y con el caballero de rodillas. Este acto significaba que el joven guerrero consagraba su vida a la lucha y defensa del señor(a) que lo nombraba. El acto de investidura consistía en que el caballero, arrodillado frente a su señor, era tocado por la espada, al tiempo que el señor o señora nombraba un juramento, que luego el recién envestido caballero, repetía.
Siempre que se habla del nombramiento de un caballero nos encontramos con actos muy formales e institucionales, por las que un joven pasa a ser todo un hombre al servicio de una monarquía. Un ejemplo muy claro (a la vez que ficticio) es el nombramiento de Anakin como caballero jedi. Incluso en este vídeo de dibujos es muy patente el formalismo del acto:
Estos actos chocan radicalmente con la forma en la que fue nombrado caballero Don Quijote. El ventero, a sabiendas de la locura de nuestro protagonista, decide llevarle la corriente y allí mismo, sin cumplir ninguno de los requerimientos imprescindibles para hacer este acto, lo enviste como Don Quijote de La Mancha.
Para completar el fragmento tan largo que hemos leído y trabajado en clase, os dejo el siguiente vídeo, que espero os deje comprender mejor la locura de nuestro gran caballero andante.