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Manuel Godoy y Álvarez de Faria fue un noble extremeño (hidalgo) que se fue a Madrid en 1784 para entrar dentro de la Corte como Guardia de Corps. Allí Carlos III lo destinó a la escolta de su hermano mayor Luis.
Ocho años después, el nuevo monarca, Carlos IV lo ascendía como primer Secretario de Estado. ¿Por qué?
Según se contaba en Madrid, la reina, cuando aún era Princesa de Asturias, bajó un día al jardín y se topó con Manuel Godoy, quien se cayó de su caballo. La futura reina se fue a socorrerlo y, tras hablar con su esposo, decidieron invitarlo a una recepción.
Manuel debía ser un chico inteligente y con bastante gracia, pues desde aquel día se convirtió en un habitual de la Corte principesca.
Para muchos, este trato de favor se debió a que Manuel Godoy podría haber sido amante de la reina, pues era un hombre muy guapo. Este rumor, y otro que decía que el propio rey también podría haber tenido relaciones con Godoy, mancharon su nombre y el de la propia monarquía. Sin embargo, sabemos que ese rumor se extendió desde el propio palacio. ¿Quién tendría interés en mancillar el nombre de los reyes y de Godoy? Pues la respuesta no era complicada: el propio nuevo Príncipe de Asturias, Fernando, y su camarilla de nobles.
No sabemos si Godoy fue amante o no de la reina (o del rey) pero sí sabemos que obtuvo títulos de alta nobleza como duque de la Alcudia y Sueca, Grande de España e incluso Generalísimo de las Españas y Príncipe de la Paz; sin embargo, tal y como apuntan historiadores modernos de la talla de Seco Serrano, el rey confió más en este valido que en Aranda o en Floridablanca porque era nuevo y solo le debía favores a ellos. Esto se traducía en fidelidad absoluta hacia sus personas.
Por otro lado, una de las principales tareas que impulsó Godoy fue precisamente la de controlar a la alta nobleza y para ello, solo podía hacerlo si ostentaba grandes títulos. Además, la reina lo casó con una prima suya: la condesa de Chinchón.
Manuel Godoy fue el encargado de realizar todas las gestiones y pactos de España con Francia, por lo que fue muy criticado en su época. De hecho, fue quien firmó el nefasto Tratado de Fontenibleau con Napoleón en 1807, que permitió la entrada de las tropas napoleónicas por España para invadir Portugal.
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